Trabajaba (alguien lo hacía trabajar) en un famoso circo, el Tihany.
Como todos los chimpancés, con quienes compartimos el 90% de nuestro ADN, era tan inteligente que pronto aprendió a pasearse entre el público vestido de humano y a hacer trucos para divertirlos…
Cuando por fin llegó la prohibición de que los animales fueran explotados en los circos, lo llevaron al zoo de Luján recientemente clausurado.
Su novia había tenido más suerte: se llamaba Cali, y fue la mascota de una adinerada mujer durante bastante tiempo. Hasta que también la llevaron al zoo, donde lo conoció.
Cali murió. Johnny sigue ahí, enjaulado.
Le gustan mucho las medialunas, aunque, como todos los de su especie, también come bananas y, para no aburrirse, de cuando en cuando se hamaca en un trapecio que está adentro de la jaula y se golpea contra las rejas.
Seguramente se siente muy solo.
Fuente: La Nación
PARA SABER MÁS
Averiguá qué nos une a los chimpancés como Jhonny:
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“El poder humano tiene límites y «es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas»…”
Papa Francisco, Laudato si
Escribíle una carta a Jhonny o a las autoridades explicando qué pensás y que sentís sobre su situación.
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