NIÑOS Y JÓVENES REGALAN SU TERNURA A OTROS «JÓVENES»

Son adultos mayores pero conservan las ganas de su juventud, el entusiasmo y la voluntad de seguir aprendiendo y compartiendo. Su alegría tiene una causa: no están solos. Hay niños que les dan su cariño y reciben su ternura. Y jóvenes dispuestos a ayudarlos en sus dificultades, a brindarles apoyo y compañía en muchos rincones de la Argentina.

 

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La articulación entre estas redes juveniles organizadas por el Estado o por ONGs y las personas más grandes, incluso abuelas y abuelos, promueven una esperanza activa y dejan a los y las jóvenes enormes enseñanzas. Porque todavía ellos tienen muchísimo y de mucho valor que seguir enseñando, con su sabiduría y su experiencia, a la sociedad. Y el gesto solidario enriquece a quien lo hace conectándolo con la vida, con el amor, con la bondad.

 

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El papa Francisco, al hablar de los abuelos, afirma que son un tesoro. Y agrega:

“Gracias a los progresos de la medicina la vida se ha prolongado: El número de los ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no se han organizado suficientemente para hacerles lugar a ellos, con justo respeto y concreta consideración por su fragilidad y su dignidad. Mientras somos jóvenes, tenemos la tendencia a ignorar la vejez, como si fuera una enfermedad, una enfermedad que hay que tener lejos; luego, cuando nos volvemos ancianos, especialmente si somos pobres, estamos enfermos, estamos solos, experimentamos las lagunas de una sociedad programada sobre la eficacia, que, en consecuencia, ignora a los ancianos. Y los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar…

 

La atención a los ancianos hace la diferencia de una civilización. ¿En una civilización hay atención al anciano? ¿Hay lugar para el anciano? Esta civilización seguirá adelante porque sabe respetar la sabiduría, la sabiduría de los ancianos. Una civilización en donde no hay lugar para los ancianos, en la que son descartados porque crean problemas... es una sociedad que lleva consigo el virus de la muerte.

 

Por suerte el Señor sigue enviando ángeles para consolar nuestra soledad y repetirnos: “Yo estoy contigo todos los días”. Esto te lo dice a vos, me lo dice a mí, a todos.¡Que cada abuelo, cada anciano, cada abuela, cada persona mayor —sobre todo los que están más solos— reciba la visita de un ángel!

 


 

 

 


 

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